Cuando a inicios del 2020 se nos impuso, casi simultáneamente a lo largo del planeta, una rígida cuarentena y el Covid se paseaba rampante por el mundo a una velocidad que ninguna plaga había logrado antes y las cifras de contagios y muertes nos abrumaban, vivimos días oscuros en que no había protocolos claros para tratar a los enfermos ni una vacuna en el horizonte. Tan sólo había miedo e incertidumbre.
Las empresas cerraban, los empleos se perdían, familias y amigos no podían reunirse, los ahorros se agotaban y las prioridades de todos nosotros cambiaron, de pronto nos dimos cuenta que éramos frágiles y que el sistema de valores en que se había basado la sociedad era endeble y las circunstancias nos hicieron re-evaluar todo. Vimos con alegría que la naturaleza recobraba espacios; que había seres humanos dispuestos a sacrificarse por el bienestar de otros, le cogimos gusto a lo simple, lo ordinario, nos dimos cuenta que lo realmente valioso no se podía comprar, dimos valor a la gente sencilla como son los que hacen “Delivery” en sus motos, le cogimos gusto a vestirnos cómodos y a estar en casa cumpliendo labores que usualmente otros hacen por nosotros.
Sin temor a equivocarme puedo decir que todos decidimos convertir en permanente, algo de todo ese aprendizaje; lo que los agoreros del desastre llamaron el inicio de la nueva normalidad.
Por supuesto el consumo en general bajó y la economía se afectó. Las marcas buscaron maneras ingeniosas para permanecer junto a nosotros, muchas con mensajes muy cálidos, otras con prácticos consejos. Otras hasta cambiaron sus líneas de producción para elaborar productos sanitarios y donarlos. Lo importante era encontrar maneras de llegar al “día después”. Lo cierto es que las vacunas se desarrollaron y aplicaron en tiempo record, ya hay protocolos claros de tratamiento y hemos reiniciado nuestras vidas casi igual que antes de la cuarentena.
Se acabó la simpleza en el vivir, el respeto a la naturaleza se convirtió en hermosos posts de instagram, los “ángeles repartidores” se atraviesan frente a nuestro carro; nos hartamos de vestirnos relajados. Diversos estudios demuestran que el consumo en muchas categorías está ya en los niveles pre-pandemia y para ejemplificar mejor cómo nuestra aparente sencillez también se guardó junto a los productos desinfectantes que ya no usamos, la categoría de consumo que más ha crecido, a nivel mundial, es la de bienes de lujo, justamente aquellos que hasta hace poco, en el encierro, dijimos no necesitar.
El estudio anual sobre marcas de lujo de Bain & Company dice con respecto a los resultados del 2021 que ese fue un año histórico, luego de la apertura de las tiendas físicas y manteniendo el impulso de las ventas en línea el consumo de zapatos, artículos de cuero y joyas rebasó con holgura los niveles del 2019, y que el margen de utilidad de las empresas de esta categoría fue 21%, casi el doble que el periodo en referencia. La marca inglesa de automóviles de lujo Rolls Royce anunció que 2021 fue record en ventas en sus 117 años de historia. BMW reportó crecimientos importantes en todas las regiones en que opera, Prada Group dueño de marcas como Prada, Miu Miu y Church´s reportó ingresos brutos de $3.8 billones en 2021, 41% sobre el año anterior.
Algo similar ocurrió con las marcas francesas Dior y Louis Vuitton. Las ventas en línea de marcas de lujo en 2020 llegaron a $56 billones, 18 billones más que durante 2019.
Si desea comprar un Rolex debe ingresar a una lista de espera que puede tomar de 2 a 4 años.
Luego de ver esas cifras y la absurda y sangrienta invasión de Putin a Ucrania tengo claro que el día después ya llegó. Que fuimos víctimas del gatopardismo, que todo cambió para que finalmente, nada cambie.
Horacio Chavarría P.
Presidente Ejecutivo Alterno y Gerente General de OI Comunicaciones, asociada a Fleishman-Hillard.
Experto en Consultoría Estratégica, Manejo de Crisis, Relaciones con la Prensa, Media Training, Comunicaciones internas y soporte a Marketing.
Director Ejecutivo y Docente de ITSU; Instituto Técnológico de Arte y Comunicación.
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