Es indudable que el principal evento deportivo del planeta es el Mundial de Fútbol, se supone que la mitad de la población del mundo, alrededor de 4 mil millones de personas, verán el partido final a través de la televisión y diversas plataformas, sólo así se entiende los montos que pagan a la FIFA los sponsors del evento, así como su silencio ante temas como la violación a los derechos humanos por parte del anfitrión del actual evento o el cambio a última hora de algunos beneficios previamente acordados.
En el primer caso la muerte de obreros sometidos a condiciones de trabajo inhumanas, Human Rights Watch habla de varios miles y el gobierno Qatarí que aceptó originalmente un par de decenas, esta semana aceptó que son alrededor de 500. También la prohibición de la FIFA a los capitanes de ciertos equipos a usar un distintivo que llamaba a la inclusión de los LGBTI y en el caso de los auspicios a la prohibición de vender cerveza en los estadios, son una demostración que el control del evento no ha estado, ni en los organizadores, ni en los sponsors, sino en el anfitrión con quienes estos no tienen relación.
Desde la óptica del Manejo de Reputación, la Comunicación Estratégica y la Gestión de Marca País este es un caso interesante, la inversión realizada por Qatar para lograr notoriedad y reconocimiento es incomparable a lo que algún otro país haya realizado antes, sólo en infraestructura para el evento, han invertido más de 220 billones de dólares en una década.
Desconocemos el presupuesto de Marketing y Comunicaciones pero se puede asumir su envergadura. Este pequeño estado poco conocido, hoy ha pasado a otro nivel, la primera fase está cumplida, se sabe que existe y dónde está localizado y que es muy rico. También se sabe que es un país islámico gobernado por los “Ultra” (aquellos que acallaron lo que se conoció como la “Primavera Árabe”), que su política de derechos humanos está en entredicho al igual que varios países de la región.
Es notorio que han hecho lo posible por mostrar su “mejor cara”, pero la prensa occidental no lo reporta así. De acuerdo a la televisión alemana DW las restricciones a lo que se puede, o no, informar impide hacer un trabajo equilibrado, está prohibido fotografiar y filmar edificios públicos, obras de infraestructura y todo aquello que pueda ofender al régimen. De acuerdo a la Federación Internacional de Periodistas "El código penal Qatarí también castiga las críticas al Emir o la difamación de la religión". Algunos periodistas, a los que sobra tiempo entre partido y partido, deben gestionar permisos especiales para realizar notas no relacionadas al torneo, a pesar de la positiva impresión que causa ver toda la nueva y reluciente infraestructura hay la sensación de estar asistiendo al “unboxing” de un país que está dispuesto a que se conozca sólo lo que es de su interés. Autoridades se han quejado de la prejuiciada cobertura “racista y anti-islámica” de la prensa occidental, inclusive el presidente de la FIFA, Infantino, los ha llamado hipócritas , dijo “Creo que lo que hemos hechos los europeos durante los últimos 3.000 años nos debería hacer pedir disculpas por los próximos 3.000 años antes de comenzar a dar lecciones de moral” .
Es conocido entre los fanáticos del fútbol que Qatar nunca se ha destacado en ese deporte y que sus equipos carecen de hinchas y fans como usualmente ocurre en otros países, pero hasta eso se solucionó con abundantes dólares. Se “importaron” de otros países como Líbano o Turquía y se los preparó con cánticos y coreografías que impactaron a todos los que vieron al anfitrión perder los tres partidos que jugó. El balance de pérdidas y ganancias de reputación capaz lo sepamos algún día.
Horacio Chavarría P.
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